Una vez me encontraba en la playa, alojada en una acogedora posada, y observé que los dueños se veían felices, tranquilos, ajenos al stress. En ese momento, pensé: “quiero tener un negocio así, sin presión, sin jefes, lejos del tráfico. ¡Esto es lo que quiero!”
Pero al día siguiente vi a la dueña atareada, atendiendo la recepción y al mismo tiempo encargándose del desayuno porque uno de los cocineros faltó. Mientras tanto, su esposo, empapado de agua, con una llave inglesa en la mano, estaba arreglando un tubo que se había roto en la madrugada. Entonces recapacité: “Uhmmm… esto no es para mí”.
Si has pasado por una situación similar, quizás al igual que yo, te habrás dado cuenta de las dificultades que se esconden en los entretelones del emprendimiento. Muchas veces fantaseamos con tener un negocio propio y nos quedamos en el lado romántico; olvidamos por completo que para materializar ese sueño se requiere mucho esfuerzo, dedicación y entrega.
Hoy en día existe una gran variedad de libros y artículos que nos animan a convertirnos en emprendedores. Pareciera que sólo con tener una actitud positiva el negocio se forma de la nada. Este enfoque puede tener validez y funcionar como un complemento para agregar energía a cualquier proyecto; sin embargo, una disposición positiva sin acción no trasciende en hechos concretos. Hay que ir más allá, porque decidirse a emprender un negocio es muy diferente a ser empleado.
Si tienes que pasar ocho horas haciendo el cierre contable del mes o pegar sellos todos los días, por mucho que te fastidie, te están pagando por ello y más te vale que pongas buena cara, porque si no lo haces, tu jefe puede alegar que con esa actitud negativa jamás te dará un ascenso ni te aumentará el sueldo, o en el peor de los casos te despedirá.
Pero cuando decides permanecer mucho más de esas ocho horas frente a un computador porque estás trabajando por tu propia cuenta para salir adelante con tu negocio, tu rostro debería reflejar felicidad genuina a pesar del cansancio que ello implique, porque ésa fue tu elección. Ya no vas a tener un jefe gruñón que te pida cuentas o informes, nadie va a ir a tu oficina para reclamarte por tonterías; no tendrás que pelear contra el sueño en reuniones interminables e improductivas, ni deberás someterte a incómodas evaluaciones cada seis meses. Pero ten cuidado: no disfrutarás de aumentos de sueldo periódicos, tampoco vacaciones pagadas, ni seguridad social u otros beneficios contractuales. Eres tu quien decide cómo vas a invertir tu tiempo y recursos.
¿Te parece muy dura mi observación? Tal vez lo sea. El emprendimiento puede llegar a ser un arduo camino, pero a la vez una experiencia única en la que verás crecer tu negocio tras superar los obstáculos iniciales.